Recientemente hemos tenido oportunidad de hacer la visita guiada de los refugios de la guerra civil en Alicante. La experiencia fue especialmente emotiva porque mi abuela Lola nos había contado en diferentes ocasiones cómo vivió los bombardeos sobre la ciudad en los primeros meses de la guerra civil, así que aunque no visitamos el refugio en el que ella se escondía sí pudimos entender lo que padeció la población civil en esta ciudad.
Refugiarse con un bebé
Cuando sonaban las sirenas, mi abuela Lola tenía el encargo de coger a su hermano Salvador, de dos añitos, y correr hacia el refugio. Después, junto con el resto de vecinos o población que estuviera por la zona, permanecer ocultos allí hasta que sonaran de nuevo las sirenas, y solo entonces poder reencontrarse con su familia o seres queridos y comprobar que estaban bien. Por aquel entonces la abuela tenía 14 años y su hermana Encarna cuatro más.
Una de las cosas que se pueden vivir en la visita guiada, muy lejanamente, es la angustia de los alicantinos cada vez que sonaban las sirenas y debían correr a los refugios, permaneciendo a oscuras, de pie, entre extraños o conocidos, hasta que podían salir de nuevo a la superficie.
Por qué se bombardeó Alicante
Una de las primeras enseñanzas que nos aporta la visita guiada a los refugios antiaéreos de Alicante es el contexto histórico. Es decir, por qué esta ciudad sufrió bombardeos tan duros y en qué circunstancias se afrontaron dichos sucesos.
Al principio de la guerra civil y prácticamente hasta el final, Alicante fue zona republicana. Tenía un importante puerto, y aquí se escondieron para tratar de partir al extranjero buena parte de políticos o personalidades relevantes que huían al exilio.
Pero además hubo otro hecho decisivo que fue el encarcelamiento de José Antonio Primo de Rivera, fundador de la falange, en la prisión del barrio de la Florida de Alicante, en junio de 1936, unos meses antes del estallido del conflicto bélico con motivo del alzamiento militar de Franco. El 20 de noviembre fue condenado a muerte y ejecutado en el patio de la cárcel; la falange lo consideró un mártir y cuando la ciudad de Alicante cayó sus restos fueron exhumados y llevados a hombros hasta El Escorial.
Cómo es la visita a los refugios
En el centro de interpretación de los refugios antiaéreos de Alicante, ubicado en un antiguo edificio de abastecimiento de aguas, la Casa de Máquinas, con acceso desde la calle Portugal, podemos iniciar esta visita. Previamente deberemos reservarla y pagarla a través de la web https://turiguiasalicante.com/
En el patio de dicho recinto, hay varios paneles con los nombres de los fallecidos en los bombardeos de Alicante, y de la Guerra Civil, incluyendo el de Primo de Rivera al inicio de la contienda.
Entrando en materia, la Casa de Máquinas, que aún conserva los agujeros de las balas de la guerra en su fachada, alberga una pequeña exposición centrada en los bombardeos. En torno a 71 ataques con aviones de la flota italo-alemana que partían de Mallorca y atacaron la ciudad, empezando por objetivos estratégicos y terminando por la población civil, entre noviembre del 36 y marzo del 39.
En esta sala encontramos mapas de la ciudad donde están señalizados los bombardeos y los refugios de la guerra civil en Alicante, además de una maqueta de la masacre durante el bombardeo del Mercado Central, el 25 de mayo del 38. En este día no sonaron las defensas antiaéreas dado que la aviación entró desde la península y no por el puerto y la playa, donde se ubicaban las escuchas.En uno de los pabellones por los que sigue la visita se puede conocer la historia del Stanbrook. Se trata de un vapor inglés de mercancías que se hallaba en el puerto de Alicante en marzo del 39 y zarpó con 2.638 refugiados republicanos, llevándolos al puerto de Mazalquivir, en Orán, tras una travesía compleja esquivando los bombardeos.
Bajada a los refugios
Existieron más de medio centenar de refugios de la guerra civil en Alicante, a los que la población corría en cuanto escuchaba las sirenas antiaéreas. Actualmente se visita el interior de dos, ubicados en la Plaza Séneca y en Balmis.
El recorrido guiado por este centro de interpretación culmina con la bajada a estos dos espacios bajo tierra, aunque quedan muchos en la ciudad que podrían ser abiertos en el futuro.
Lo cierto es que permanecer unos minutos entre estos muros de hormigón, a oscuras, escuchando las sirenas en una simulación, es una experiencia personal y turística que ayuda a entender la historia de esta ciudad, y los conflictos bélicos como éste del que hoy hablamos.
Balance de los bombardeos en Alicante
Se calcula que unos 700 edificios fueron destruidos y unas 500 personas fallecieron en dichos bombardeos, además de los centenares de heridos. Al principio no había refugios, ya que éstos se fueron construyendo entre el 37 y el 39 por parte de la Comisión de Defensa Pasiva, y con participación de las mujeres, dado que muchos alicantinos estaban luchando en el frente.
Al caer Alicante, muchos republicanos que permanecían en el puerto para marcharse al exilio fueron conducidos a campos de concentración. En la ciudad, hubo cuatro puntos que albergaron a estas personas según leemos en la publicación Los Campos de Concentración de Franco: el castillo de San Fernando y el de Santa Bárbara, la plaza de toros y una casa de ejercicios en el barrio de Benalúa.
Paradojas del destino
Como ya habréis leído en este blog si seguís nuestra historia, mi interés en esta temática de la guerra civil viene dada por la trayectoria de mi abuelo César Díaz Echevarría, que formaba parte del cuerpo de sanidad militar al inicio de la guerra en Madrid. Al licenciar las tropas el ejército republicano para evitar alzamientos de cuarteles en favor del bando nacional, trató de marcharse a su pueblo, en Galicia.
Después de semanas en las que curó enfermos de ambos bandos en la Casilla de la Muerte de Guadarrama, pasó las líneas del frente, fue capturado por los nacionales y condenado a muerte, y finalmente salvó su vida por esa labor sanitaria en la curva de Tablada.
Incorporado al ejército nacional, participó en la intendencia de las tropas en los frentes del Jarama y diversas localizaciones de los alrededores en torno a Madrid, donde había quedado su hermano hospitalizado al inicio de la guerra.
Una vez que los sublevados entraron en la capital y él constató el fallecimiento de su hermano, fue destinado a Alicante donde conoció a mi abuela Lola. Ella era de familia republicana y habían sobrevivido a los duros bombardeos, pues hasta cuatro bombas cayeron en torno a su casa. Ambos, gallego de Ribadeo y alicantina, se enamoraron y se casaron en julio de 1940, residiendo a lo largo de su vida en A Coruña, Valladolid, Valencia, Melilla y de nuevo Galicia.