Mostrando entradas con la etiqueta Sofía Casanova. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sofía Casanova. Mostrar todas las entradas

domingo, 2 de septiembre de 2018

Vidas atrapadas en la guerra

Analogías y semejanzas. Este verano he tenido la oportunidad de leer la biografía de Sofía Casanova, la primera mujer corresponsal permanente en un conflicto bélico, novelada por Inés Martín Rodrigo bajo el título de "Azules son las horas". La verdad es que esta lectura veraniega casi atropellada, en apenas dos días y aprovechando unas cuantas horas de viaje en avión, me recordaron muchísimo la historia narrada en La Casilla de Guadarrama.

Sofía Casanova era coruñesa, de Almeiras, pero vivió en Mera y A Coruña, además de en Madrid, Polonia, Londres, París o Rusia. Fue primero poeta, luego novelista, articulista, reportera, conferenciante y dramaturga. Tuvo una vida larga y muy fértil en lo que a publicaciones y creación literaria se refiere. Pero sobre todo fue feminista, profundamente humana como denota su colaboración con la Cruz Roja, y defensora de la realidad y el oficio de contarla, el periodismo.

Playa de Mera, por la que paseaba Sofía Casanova / CDGF

Tuvo la suerte o la desdicha de nacer en 1861, y vivir 96 años, la mayoría del tiempo en Polonia debido a su matrimonio con el filósofo Vicente Lutoslawsky, lo que motivó que viviera numerosas contiendas como la primera y segunda guerra mundial, la persecución de los judíos en Polonia, la revolución rusa de 1917 o la guerra civil.

Leyendo su biografía casi parece que fuera inherente a ella estar donde se gestaban las peores revoluciones, o las luchas más cruentas, en cada momento. Se ha dicho de ella que vivió atrapada entre varias guerras, y aún así tuvo la oportunidad de criar a cuatro hijas, varios nietos, y ser corresponsal en primera línea de guerra para el diario ABC, llegando incluso a entrevistar a Trotski.

La misma sensación embargaba a mi abuelo en las páginas de sus memorias, noveladas en La Casilla de Guadarrama y que inspiran este blog. La desdicha de verse atrapado en un conflicto -la guerra civil española- que nunca entendió y entre dos bandos que no le representaban. Él no se dedicó al periodismo, a pesar de haber desempeñado este oficio con posterioridad en el diario local El Faro de Tapia, pero sí tuvo la valiosa inquietud de transmitir sus vivencias por escrito a sus hijos y nietos.
Cuando tenía solo 16 años le pedí al abuelo que me contara la guerra civil. Cerró mi libro de historia de bachillerato, me explicó que los que lo habían escrito no habían estado allí, y empezó por el principio, aquel fatídico mes de julio de 1936 y el frente de Guadarrama.


Quienes han tenido la desgracia de vivir una guerra nunca lo asimilan. Viven y reviven los conflictos y episodios en su memoria como tratando de digerirlos. Lo cuentan en familia, lo comentan con sus compañeros de batallas o filas, leen todo lo que escriben unos y otros, o callan para siempre. Pero lo cierto es que las heridas nunca se acaban de curar del todo, y las vidas quedan truncadas para siempre con el qué habría pasado sí, y el dolor, y tormento, por los que se quedaron por el camino.

Quizá además de leer y escuchar, haya mucho que escribir para entenderlo. Lo que está claro es que la historia que estudiamos no deja de ser reduccionista, y pasa siempre de soslayo por el drama humano, el que reflejaba Casanova en sus crónicas, y que es la parte dolorosa de cualquier contienda.