Desde que leí en las memorias de mi abuelo, que estuvo destacado tres años en el cuartel de los Docks, justo hasta el comienzo de la guerra civil, tuve curiosidad por conocer este sitio. Aún pueden verse los antiguos barracones junto a la estación de Atocha, que hace ya más de una década fueron recuperados como espacio sociocultural y municipal. Recientemente tuve la oportunidad de recorrer este espacio.
Arco con la fecha 1922 en el dintel / CDGF |
Y es que el 1 de julio de 1933 mi abuelo ingresó como soldado voluntario en el primer grupo de la primera comandancia de tropas de Sanidad Militar, en Madrid. Aquí más o menos parte la historia de la novela que inspira este blog y que la guerra civil trunca por la mitad, como las vidas de tantas personas de esta generación. Así lo describe él en sus memorias:
"Cuando llegué ante los muros de aquel viejo cuartel de los Docks, en la calle del Comercio esquina Pacífico (hoy Avenida de Barcelona), antes de cruzar aquella acerca gastada por las suelas de las botas de miles de centinelas durante cientos de años. Se me cayó el alma a los pies pensado que detrás de aquellos muros me esperaba otra vida solitaria, sucia y dura, donde a cambio de mi vida solo podrían darle a mi madre una medalla de latón"
Después relata sus dificultades para moverse en lo que era el Madrid de principios de siglo a través de tranvía, metro o andando, sin perderse y procediendo de un pueblo de apenas unos miles de habitantes. Pero como tantos jóvenes de la época en seguida se adaptó al ritmo de la capital y dejó de perderse y tener que fregar platos por llegar tarde al cuartel.
Cicatrices en los muros del antiguo cuartel / CDGF |
Antiguos barracones que hoy son polideportivo / CDGF |
Tras la revolución de octubre del 34 la situación empeoró y mi abuelo escribe que no había pan ni leche, y los comercios no estaban abiertos. Así que la intendencia militar recibió la orden de fabricar pan día y noche para la población civil, hospitales, colegios, centros religiosos, etc. También se vendía pan a cualquier persona que venía a buscar para su familia o el vecindario. En esos días recibieron también el encargo de custodiar camiones que iban a llevar pan y víveres a barrios como Tetuán, Vallecas o Carabanchel.
Algunas veces los soldados comían en una fonda llamada La Gijonesa, que había frente al Parque de Artillería. Después, caminaba hasta Atocha y luego a la Plaza de Jesús, donde se desarrolla otra buena parte de esta historia recogida en La Casilla de Guadarrama. Así, más o menos, pintaba mi abuelo el Madrid de los años 30 desde este rincón de Pacífico.
Si estás interesado en la novela que inspira este blog puedes consultar aquí los puntos de vista o préstamo