sábado, 28 de mayo de 2016

Entre dos frentes de guerra: el hospital de sangre de Guadarrama

Aquellos episodios vividos en los primeros días de la guerra civil en Guadarrama por mi abuelo me siguen poniendo la piel de gallina. Releyendo sus memorias y lo recogido en "La Casilla de Guadarrama" me pregunto quién diablos disparaba sobre la casilla de la curva de Tablada. Mi abuelo dejó escrito que subir por la nacional VI en los últimos días de julio de 1936 era jugarse la vida. Los disparos y cañonazos venían de todas direcciones. Daba igual en qué bando estuvieras, podías ser alcanzado por fuego de cualquier color y no estaba claro quién iba a llorar por ti.

Imagen del Google Earth con marcas de posición sobre ambos bandos
La casilla de camineros de la curva de Tablada a dónde él, como cabo de sanidad militar, fue destinado era un auténtico polvorín. En pleno frente de batalla, en determinados momentos del inicio de la guerra recibió enfermos de ambos bandos. Investigando sobre mapas de la época y los libros de historia, vemos que en el Alto del León había un puesto de los sublevados, según cuenta mi abuelo nutrido con soldados de un regimiento de Pontevedra. El paso era un punto estratégico y ambos ejércitos lucharon por conquistarlo durante toda la guerra civil española. 

Más abajo, entre Las Pinillas y la Dehesa de los Poyales, estaba la posición republicana de Los Tomillares, cercano a otras trincheras denominadas Líster y Higuera. Pero en la diagonal desde ellas hasta el Alto del León estaban otros puntos nacionales como Loma de Falange, Loma de Requetés y Cabeza Líjar. El resultado es que unos desde lo alto, y otros tirando hacia arriba para acabar con sus contendientes formaban una auténtica ensalada de tiros en el entorno de la Sierra de Guadarrama. 

Mi abuelo relata perfectamente cómo subía hacia Tablada por la nacional, pegado al resguardo de la montaña y arrastrándose por la cuneta de la carretera. Preferiblemente, por la noche, cuando se calmaba el ruido de los disparos hasta la mañana siguiente. En el entorno de la casilla pasaba lo mismo. La puerta principal estaba orientada hacia la posición republicana, y su lado opuesto hacia los nacionales. Pero nada te garantizaba que al asomar la cabeza no recibieras fuego de unos u otros. De hecho, en sus memorias cuenta también cómo los republicanos disparaban hacia lo alto de la montaña a través de los agujeros de un grueso muro junto a la carretera. Estos eran extremeños y formaban parte del regimiento de Castilla. 

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miércoles, 30 de marzo de 2016

La estación del Norte de Madrid al inicio de la guerra civil

"Vete a la Estación del Norte y súbete a cualquier tren que vaya camino de Galicia o Asturias". Esta petición le hace, gravemente enfermo en su cama del Hospital de la Princesa, uno de los protagonistas de "La Casilla de Guadarrama" a su hermano. Acababa de estallar la guerra civil española, y Madrid está fuera de control, con grandes revueltas y una gran división en los estamentos militares y políticos. 

Antiguos trenes en el Museo del Ferrocarril de Gijón
La encomienda fue inútil porque, según relata mi abuelo en sus memorias, el metro aún funcionaba pero al llegar a la estación se encontró un único tren que había sido reforzado con planchas de hierro en las ventanas, dejando espacio para disparar. Un miliciano le indicó que los trenes llegaban únicamente hasta el Escorial, donde estaban tratando de contener a los nacionales llegados de diferentes puntos de España, al parecer, cadetes de caballería de Valladolid.

Rastreando la historia de esta estación y del tren en los inicios de la guerra, encontramos que las locomotoras de vapor aún mandaban en el panorama nacional. Aunque las primeras líneas electrificadas son anteriores a la guerra, la línea Madrid y sus conexiones con Ávila y Segovia quedaron paralizadas por la contienda, como muchas otras. Así lo explica Wikipedia en "Historia del Ferrocarril en España"

La Estación del Norte era entonces de donde salían los trenes hacia Galicia y así fue hasta la década de los 90, cuando estos trenes fueron asumidos por la estación de Chamartín. Hoy ocupa su espacio la Estación Principe Pío, un intercabiador de metro con cercanías y autobuses, además de una zona de Centro Comercial.


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martes, 15 de marzo de 2016

Aquellos viejos baúles

Seguro que en algún rincón de la casa de los abuelos, o en lugares de ambientación histórica habéis visto cómo eran los viejos baúles y maletas. A mí siempre me han llamado muchísimo la atención. De pequeña pensaba que se podrían encontrar allí viejos tesoros, porque además nunca te dejaban revolver en ellos. Crecí intrigada por lo que esconderían pero lo cierto es que hasta que pude bucear un poco en ellos, buscando la historia de mis antepasados, no valoré bien su importancia.

Los de la foto puedes verlos en Berlín, en una recreación de una vieja fábrica de maletas expuesta en el Museo de la Tecnología. Ahora que viajamos con bolsas de tela o maletas de ruedas nada queda en su interior, pero antiguamente la gente se mudaba de casa con aquellos pesados baúles llenos con sus pertenencias, y luego quedaban allí, en algún rincón de la casa familiar al alcance de curiosos y extraños.

En La Casilla de Guadarrama hablamos de estos viejos baúles y lo que puedes encontrar en ellos, como la propia historia que relata la novela. Allí quedaron las memorias escritas de mi abuelo sobre sus vivencias en los primeros días de la guerra. Y allí quedó su viejo uniforme militar y sus medallas, tristemente ganadas, tras arriesgar su vida y dejarse la salud por el camino. Aquellas memorias conducían a Guadarrama y también formaron parte del elenco de batallas que escuchamos a la generación que vivió la guerra, cuyo murmullo casi está ya apagado.

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lunes, 7 de marzo de 2016

El atraco del estanco de la Plaza de Jesús

Muchas veces durante los meses de investigación y escritura de la novela La Casilla de Guadarrama me he detenido a pensar cómo sería aquella tranquila calle en los años 30. El hotel Palace, del que ya hemos hablado aquí, la cerería de la que tanto se habla en la novela, la iglesia de Medinaceli y su historia o la vieja imprenta de la que solo queda el local, hoy dedicado a otro uso comercial. 

La pequeña Plaza de Jesús sigue siendo un rincón tranquilo que duerme en el Madrid Antiguo, así que hemos buceado algo en la hemeroteca para encontrar un suceso de pocos meses antes de la guerra. En los tiempos en los que el periodismo se hacía con pluma y libreta, a golpe de suela y teléfono de los antiguos, el periódico El Siglo Futuro se hace eco de otro "atraco escandaloso". Nos queda la duda de cuál fue el escándalo del robo, o si eran tiempos bastante convulsos como parece que sí lo eran. 

La comunidad de la Plaza de Jesús se ve sobresaltada por el atraco que tiene lugar en el estanco ubicado en el número 5 de la calle, muy cerca de la imprenta en la que trabajaban nuestros protagonistas y donde se inicia la acción de la novela. Un hombre pide una cajetilla de tabaco y, al darse la vuelta el dependiente, le encañona pidiéndole todo el dinero de la caja registradora. 

El atracador se llevó 300 pesetas, y fue visto huyendo en dirección a la calle de las Huertas, por Lope de Vega, pero lo cierto es que nadie logró alcanzarle y se salió con su propósito. Al parecer una pareja de servicio por la zona del Hotel Palace hizo averiguaciones sin conseguir dar con el ladrón. 

Mi hallazgo fue simplemente encontrar un episodio de la vida cotidiana en este pequeño rincón del barrio de las letras de Madrid. También, averiguar que al parecer junto a la imprenta Mercurio hubo un estanco, y siendo mi abuelo y su hermano fumadores hay que pensar que serían asiduos del local regentado por Ángel Andía, según recoge la información relatada anteriormente por el periódico El Siglo Futuro, y publicada el 10 de febrero de 1936.

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jueves, 11 de febrero de 2016

El Cristo de Medinaceli y la guerra civil

Rebuscando en la historia familiar me encontré frente a la Basílica de Medinaceli, en la madrileña Plaza de Jesús. Imaginé sus sótanos llenos de libros de registro de bautismos, confirmaciones, matrimonios, etc. Supe que quizá mis antepasados hubieran pisado aquellas baldosas ajedrezadas en unas cuantas ocasiones. E indagué en su historia durante los años 30, coincidiendo con la guerra civil. 

El capítulo entra por derecho propio en esta historia que se narra en la novela La Casilla de Guadarrama. Incluyendo el episodio del Cristo de Medinaceli, que tanta devoción popular suscita y es visitada por cientos de personas cada viernes, y la ocupación del templo por el batallón de Margarita Nelken, en los inicios de la guerra civil.

La basilica se consagró en el año 1930, por Don Leopoldo Eijo Garay. Y el Cristo, de autor desconocido y que data del siglo XVII, fue llevado al extranjero para preservarlo, volviendo de nuevo al templo en mayo de 1939, procedente de Ginebra. 

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miércoles, 20 de enero de 2016

Los jóvenes y la guerra civil española: contando novelas

También creo que los jóvenes sabemos poco de la guerra civil española. Por eso, y también porque es uno de los temas históricos que me apasiona, mi regalo navideño fue el nuevo libro de Arturo Pérez-Reverte. Para los que aún no os habéis animado se lee en una hora, aproximadamente, y es ilustrada. Reconozco que sentía curiosidad por tenerla pues ha suscitado numerosas críticas en los medios y en internet. 

Me gusta que un escritor de la talla de Pérez-Reverte haya afrontado este difícil reto de tratar de explicar un conflicto bélico tan complejo a quienes están ahora cursando la ESO o el bachillerato, que pienso que podrían ser los destinatarios del libro y quienes estén dando estos contenidos. Además, con el problema catalán y la fragmentación parlamentaria actual, el ambiente de pre-guerra, salvando muchas diferencias por supuesto, está de plena actualidad. Digamos que no vivimos, afortunadamente el clima de crispación ni los abismos sociales que había en las primeras décadas del siglo XX. Pero toda esta parte previa a la guerra, supongo que por su dificultad para ser recogida de forma esquemática, no está presente en el libro. Esto fue quizá para mí lo más llamativo. Se dedica sí una página a la situación social en 1936 y otra a los modelos extranjeros. De ahí pasamos a aclarar cuáles eran los dos bandos y a hablar de la sublevación del bando franquista. 

Del libro de Pérez-Reverte, además de la iniciativa didáctica, me gusta el lenguaje sencillo y la segmentación de los acontecimientos en capítulos. Las ilustraciones de Fernando Vicente me parecen muy interesantes y adecuadas al propósito del libro. Y me parece muy adecuada también la idea de hacer una narración general y prescindir de la mayoría de los detalles y datos históricos, pues a menudo en los libros de historia lo que encontramos es un compendio de fechas y nombres que nos impiden "leer" y entender el conflicto en su totalidad.

Explicar una guerra, y más una guerra civil, me parece tremendamente difícil. Si algo se me ha quedado grabado de la experiencia de tomar las notas de mi abuelo en los primeros días de la guerra y hacer crecer de ellos una historia, como la que puede leerse en "La Casilla de Guadarrama", es que las dos partes en conflicto no eran los malos y los buenos, sino que había muchos matices en aquella ensalada de odio, política, ideologías e injusticia social. Y que además España tampoco estaba dividida como puede verse en los mapas de los libros de historia sino que el miedo, el ansia de poder y otros cuantos intereses y factores hicieron que unas provincias o comandancias y otras tomaran partido por uno u otro bando. Así se configuró el mapa azul y rojo que dividió a nuestros abuelos. 

Como en casi todas las familias hay algún triste recuerdo que podemos rastrear, lo más interesante, además de leer este u otros libros sobre la guerra, es conocer nuestra propia historia familiar sobre la guerra civil. Pero también escuchar las otras, y formarte tu propio criterio de un conflicto que aún hoy da mucho que hablar, y que leer. 

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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Campanadas con mucha historia, en la Puerta del Sol

El reloj de la Puerta del Sol de Madrid lleva más años de los que podamos pensar marcando con sus agujas el compás de la historia de España. Sobre el edificio de la Casa de Correos y, desde mediados del siglo XIX, vino a sustituir al reloj de la Iglesia del Buen Suceso que era el que le precedía en marcar los tiempos, pero al parecer su funcionamiento era bastante deficiente.

Los relojes en los antiguos edificios marcaban el ritmo del día
Con la tradición de las doce uvas a un tiro de piedra, no puedo evitar viajar mentalmente a un episodio ocurrido en 1936, el 20 de julio, cuando aquel cabo sanitario protagonista de "La Casilla de Guadarrama" remataba un fatídico día de los albores de la guerra civil española precisamente frente a este reloj. Sonaban las 3 de la mañana cuando el soldado llegaba con varios compañeros al Ministerio de Gobernación, que entonces ocupaba el edificio, construido a mediados del siglo XVIII. Y tocaban las campanadas las 5 de la madrugada cuando salían con destino a la Academia de Sanidad Militar para ser destinados al puesto de socorro de Toledo y Collado, respectivamente. Así lo dejó escrito mi abuelo en sus memorias, y así se recoge en esta parte de la novela. Los tres despedirían el año en el frente en circunstancias bastante diferentes a las de la mayoría de los madrileños que acuden hoy a la Puerta del Sol.

Avanzada la guerra, la famosa torreta del reloj fue bombardeada. Y el edificio pasó a ser la Dirección General de Seguridad, durante el franquismo, y en sus sótanos hubo calabozos destinados a miembros de la oposición a la dictadura. En los años posteriores los compases horarios se emitieron desde Radio Nacional de España. Y en 1962, como detalla la historia del reloj más famoso de la capital en la Wikipedia, se televisaron las primeras campanadas desde esta ubicación. Su historia ha dejado huella en el mundo literario, también en la novela que inspira este blog, en el musical o en el cine. Y con ella queremos también desde este rincón virtual desearos feliz año a todos.

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