La Casilla

Caseta de Camineros en Tablada
La historia la había escuchado de mi abuelo y mi padre muchas veces. De niña me apasionaban las tardes al calor familiar con la dulce conversación de los mayores. Me enfrenté a aquellos folios mecanografiados sin madurez, y los retomé después, dejándome invadir por sus acontecimientos.

Llegué tarde al mundo real. Ya no quedaban apenas voces de la generación que vivió la guerra. Las hemos dejado apagar y a mí me dio por buscar respuestas después de perder a mi abuela, que tenía muchas de esas claves. Pero la vida tiene sus tiempos y las personas también.

Leí el relato espeluznante de lo ocurrido en aquella casilla de la curva de Tablada, en Guadarrama. Me fijé en su descripción y como por arte de magia descubrí que sus cuatro paredes seguían en pie. Fui allí, la rodee, toqué sus paredes y me empapé del dolor y el desamparo que allí padecieron muchas personas.

¿Por qué dejar caerse de viejo un lugar que debería ser un museo o un santuario? Tengo mil preguntas y pocas respuestas. Quizá, cuando leas esta historia me puedas ayudar o resolver algunas de ellas. Los lectores completan la obra y el mundo en que vivimos nos ha permitido el inmenso privilegio de interactuar a tiempo real. Te espero.

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