miércoles, 30 de diciembre de 2015

Campanadas con mucha historia, en la Puerta del Sol

El reloj de la Puerta del Sol de Madrid lleva más años de los que podamos pensar marcando con sus agujas el compás de la historia de España. Sobre el edificio de la Casa de Correos y, desde mediados del siglo XIX, vino a sustituir al reloj de la Iglesia del Buen Suceso que era el que le precedía en marcar los tiempos, pero al parecer su funcionamiento era bastante deficiente.

Los relojes en los antiguos edificios marcaban el ritmo del día
Con la tradición de las doce uvas a un tiro de piedra, no puedo evitar viajar mentalmente a un episodio ocurrido en 1936, el 20 de julio, cuando aquel cabo sanitario protagonista de "La Casilla de Guadarrama" remataba un fatídico día de los albores de la guerra civil española precisamente frente a este reloj. Sonaban las 3 de la mañana cuando el soldado llegaba con varios compañeros al Ministerio de Gobernación, que entonces ocupaba el edificio, construido a mediados del siglo XVIII. Y tocaban las campanadas las 5 de la madrugada cuando salían con destino a la Academia de Sanidad Militar para ser destinados al puesto de socorro de Toledo y Collado, respectivamente. Así lo dejó escrito mi abuelo en sus memorias, y así se recoge en esta parte de la novela. Los tres despedirían el año en el frente en circunstancias bastante diferentes a las de la mayoría de los madrileños que acuden hoy a la Puerta del Sol.

Avanzada la guerra, la famosa torreta del reloj fue bombardeada. Y el edificio pasó a ser la Dirección General de Seguridad, durante el franquismo, y en sus sótanos hubo calabozos destinados a miembros de la oposición a la dictadura. En los años posteriores los compases horarios se emitieron desde Radio Nacional de España. Y en 1962, como detalla la historia del reloj más famoso de la capital en la Wikipedia, se televisaron las primeras campanadas desde esta ubicación. Su historia ha dejado huella en el mundo literario, también en la novela que inspira este blog, en el musical o en el cine. Y con ella queremos también desde este rincón virtual desearos feliz año a todos.

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lunes, 14 de diciembre de 2015

La guerra civil que me contó mi abuelo

La vida es un conjunto de experiencias. Lo que lees en los libros, lo que aprendes en el colegio, lo que escuchas en casa, lo que vives en el trabajo... Alguna la guardas entre algodones, en esa caja mágica a donde va todo lo que nunca queremos olvidar. 

Cuando estudié por primera vez la guerra civil, creo que fue aún en EGB, me acerqué al abuelo y le pedí que me contará la guerra. La contaba a todas horas, pero aquella fue la primera vez que quise escucharla en detalle. Él miró mi libro de texto, y después de maldecir un rato me dijo que quienes lo habían escrito no habían vivido la guerra. Y tenía razón, ¿quién podría rebatirlo? Así que empezó por el principio, pero nos llevó toda la tarde y a los pocos días se tuvo que marchar, y la cosa quedó para el invierno siguiente. 

El abuelo, a la sombra de un árbol, y yo
Aprobé mi examen y el curso. Pero ese invierno mi abuelo se murió. Así que para cuando tuve que examinarme de nuevo de historia de España, en 3º de BUP, me vi de nuevo frente a aquellas fechas y acontecimientos, ordenados de forma fría en cuadros y esquemas, y escritos por personas que no habían vivido la guerra. 

Un día rebuscando en un armario me topé con aquellas memorias. Folios y folios a máquina, algunos a punto de borrarse, metidos en una carpeta de gomas azul oscuro. Los empecé a leer pero se me caían de las manos. Quizá no era mi momento. Pasados otros cuantos años, mi padre ordenó todas aquellas notas en la novela Malditas Guerras. La leí de un tirón. Después pasé a las viejas memorias de nuevo, por si quedaba algún detalle, alguna anotación al margen, que se hubiera quedado pendiente. El abuelo ya no estaba. Nos había dejado una casa llena de recuerdos, de fotos, de su viejo uniforme y sus medallas. De libros sobre la guerra civil con anotaciones de su puño y letra. 

Él nunca entendió la guerra que le tocó vivir. Yo tampoco la entiendo, aún después de leerla en los libros de historia y empaparme de sus experiencias escritas a máquina. Nadie ganó ni perdió. Todos perdieron, pues todas las familias tienen una historia dolorosa. Pero lo realmente triste es que se haya apagado la voz de la generación que nos la podía contar en primera persona. Y es que los libros de historia no cuentan la guerra que vivió la gente, sino una serie de hechos por orden cronológico, y no es lo mismo.

Necesité escribir esta novela para entender todo aquello. Para contarlo a quienes tienen abuelos que ya no vivieron la guerra, y para cualquiera que quiera escuchar una historia inspirada en la triste y apasionante guerra civil española. 

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miércoles, 11 de noviembre de 2015

Madrid años 30: el antiguo Hospital de la Princesa

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Las memorias que dejó mi abuelo y en las que se inspiran la novela "La Casilla de Guadarrama" y este blog hablan bastante del hospital de la Princesa. Allí ingresó su hermano Manolo, el joven que aparece en la portada del libro, y allí fue tratado de la tuberculosis que padecía.

Sabemos que actualmente es hospital universitario perteneciente a la Comunidad de Madrid y se encuentra en el Barrio de Salamanca ¿pero dónde estaba el hospital de la princesa en 1936?

Imagen aérea de Google Earth con marca de posición
El hospital fue inaugurado a las diez de la mañana del 24 de abril de 1857 en el Paseo de Areneros, hoy calle de Alberto Aguilera. Se construyó en memoria de la Infanta Isabel ("la chata") tras haber salido ilesa junto con su madre de un atentado años antes. La apertura oficial de este centro no estuvo exenta de polémica, ya que la prensa de la época recoge el malestar de algunas personalidades relevantes que contribuyeron a su creación y no fueron invitadas al evento, así como comentarios a pie de calle de ciudadanos que apenas pudieron ver nada de la ceremonia después de haberse sostenido la obra con fondos públicos. Así lo recogen el diario Crónica Hispano-americana y La Iberia.

También recoge el diario La España, el 12 de mayo de 1857, el reparto que hizo la reina de donativos con motivo de esta inauguración, por un total de 20.000 reales. La administración de los mismos corrió a cargo de Sor Francisca Moriones, superiora de las H
ermanas de la Caridad, que atendían el centro, y que fue rigurosamente asignado a solteros, viudas, huérfanos, enfermos con hijos a cargo, etc.

Aunque en sus orígenes no fue gratuito totalmente sino que se le asignaba una pequeña aportación a cada enfermo, según recoge detalladamente la web Fotomadrid, en 1931 se publica una orden firmada por Maura en la que se establece para este hospital el nuevo nombre de Hospital de la Beneficencia General.

Durante la guerra civil fue trasladado al Colegio del Pilar bajo el nombre de Hospital Nacional de Cirugía, pues el inmueble fue usado como cuartel republicano. En esta etapa se destruyeron los archivos del centro, y con ellos el expediente de nuestro protagonista Manolo. Mucho he rastreado las memorias de mi abuelo en busca de más datos de esta historia, pero poco más he encontrado que lo que podéis leer en la novela y también los episodios que relatamos en el blog.

lunes, 26 de octubre de 2015

El Sanatorio antituberculoso Lago-Tablada y su historia, en Guadarrama

La sierra de Madrid está llena de antiguos sanatorios, como hubo en tantos otros puntos de España, construidos a principios de siglo para hacer frente a la epidemia de tuberculosis que padeció nuestro país. Precisamente en la antigua nacional VI, tras pasar el pueblo de Guadarrama y bordear el túnel de la autopista, está la estructura vacía del antiguo sanatorio de Tablada.

Recortes de hemeroteca de la época / Doc. de A.G.V.
Siguiendo la pista de este lugar a través de las memorias de mi abuelo, que estuvo en la zona en los primeros días de la guerra civil, descubrí que el hospital antituberculoso al que él hace referencia no es este viejo edificio abandonado sino otro del que no quedan restos.

Como ya avanzamos en el post "El misterioso sanatorio de Tablada", este centro médico dejó su huella en los periódicos de la época. Uno de los más extensos es El Imparcial, que en su edición del 9 de diciembre de 1924 recoge una crónica de su acto inaugural presidido por el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia.

Se trataba de un centro sanitario estatal, en plena "cuesta del León", y muy cerca de la estación de ferrocarril de La Tablada. En el acto de inauguración al que asistieron un largo séquito de personalidades encabezadas a nivel local por el alcalde de Guadarrama, el juez y diversas autoridades de la zona. También diversos miembros destacados de la nobleza vinculados con lo sanitario, como representantes del Real Patronato de Lucha Antituberculosa, creado en 1924 y del que formaban parte las allí presentes como la condesa de Romanones, la duquesa de la Victoria, las condesas de Heredia-Spinola y TorreArias, las marquesas de Aldama, Comillas y Argüelles. Un buen número de doctores con cargos en diversos centros sanitarios de la capital, así como inspectores y políticos designados a labores del sector sanitario asistieron también a la apertura de este centro y son glosados en la crónica periodística casi de forma nominal.

La historia
Los arquitectos, Manuel Cardona y Amós Salvador, tuvieron un lugar destacado en el evento, así como la viuda de Lago, benefactora y principal artífice de este sanatorio que costó en su día  un total de 2.446.689,41 pesetas. La prensa de la época en recortes que hemos conocido gracias a la investigación de Alberto, un guadarrameño interesado en la historia local, pone de manifiesto también que este hospital fue pionero. Así lo recoge el diario La Tierra de Segovia, en diciembre de 1921: "hasta hoy no tenía el Estado Español ni un solo sanatorio para atender a tan urgente necesidad de sanidad pública".

La hemeroteca recoge bien los orígenes de la construcción de este centro. La señora viuda de Lago, Clementina Lanchares, tenía un hijo capitán de artillería que murió a consecuencia de la tuberculosis, en algunos medios hemos leído que dos. De ahí que se decidiera a abonar el terreno y sufragar parte de la construcción del edificio que tenía capacidad para cien enfermos de los cuales 72 serían gratuitos. Como apunte curioso, la señora Lago quiso ceder también una plaza a la Asociación de la Prensa para un profesional que pudiera padecer esta enfermedad.

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jueves, 15 de octubre de 2015

La casilla de la muerte de Guadarrama, en plena Guerra Civil

Julio de 1936. Anochecía. El joven cabo de sanidad militar salió de aquel viejo sanatorio de Tablada y enfiló hacia arriba siguiendo el trazado de la nacional VI. Se oían ráfagas de ametralladora de vez en cuando. Caminaba semiagachado cuando encontró a unos soldados del regimiento de Castilla que en realidad eran extremeños, y disparaban tumbados, asomando el fusil por entre las piedras del muro sin saber muy bien a dónde apuntaban. 

Se oían los aviones volando bajo. Al llegar a la curva, vio la caseta de camineros al otro lado de la carretera y la cruzó de cuatro zancadas. Saltó sobre los sacos que protegían la puerta y se tiró dentro. Enseguida comprobó que eran sacos de pan duro. 

La escena dentro de la casilla era difícil de asimilar. Era grande, como un garaje, y diáfana. Con grandes vigas en el techo y unos diez metros de frente por treinta de fondo. Había un hombre con una bata blanca curando a un herido. Junto a él, una miliciana con un mono preguntaba al pobre soldado sus datos y los anotaba en una libreta. Los heridos gritaban. Uno pedía que le llevaran a morir a Madrid, otro que a Segovia, otros gritaban que no podían soportar el dolor.

Mi abuelo preguntó quién estaba al mando, y al ver que era cabo sanitario le dijeron que se ocupara él porque ninguno de los que curaban o ayudaban tenía ningún conocimiento en la materia. Tumbaron a otro herido sobre una mesa, que realmente era una puerta sobre dos cajones, el colchón que hacía de camilla chorreaba sangre. El herido era un alumno joven del Colegio de la Guardia Civil de Valdemoro. Lo había arrastrado monte abajo una chica que iba con él. Nuestro joven protagonista cortó la ropa y vio que una bala le atravesaba el pecho. Se moría y quería dar un recado a la chica, que se llamaba Mari. Pronto hubo que sacarlo de allí para curar a otro. 

Muchos murieron, otros fueron bajados en camiones al anochecer, con las luces apagadas, a hospitales de Madrid o al sanatorio de Tablada, un poco más abajo. Al caer la noche una de las voluntarias trajo algo de comer: chorizos y pan duro con chocolate. Mi abuelo se sentó en la puerta, pero fue incapaz de probar bocado. Cesaban los tiros, como al terminar cada jornada, para volver a escucharse con las primeras luces del Alba. 

Así, más o menos, lo narraba mi abuelo en sus memorias y así lo recoge la novela "La Casilla de Guadarrama". Esta caseta de camineros sigue en pie, en la curva de Tablada, poco antes del Alto del León.

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miércoles, 14 de octubre de 2015

Madrid años 30: el hotel Palace

El suelo que pisaron nuestros protagonistas por el viejo Madrid estaba plagado de edificios emblemáticos como el hotel Palace. Inaugurado oficialmente en 1912 y construido por un empresario belga a sugerencia del mismo Rey Alfonso XIII. Se alzó sobre el palacio de los Duques de Medinaceli y se construyó con hormigón armado. 

En poco tiempo fue un referente entre la sociedad madrileña de la época. Unos seiscientos empleados atendían todos los servicios del inmueble que se disputaba a la burguesía con el Ritz, inaugurado en 1910, apenas un par de años antes, tambien por el mismo monarca. 

El hotel Palace está en la Plaza de Cánovas del Castillo, haciendo esquina con Duque de Medinaceli. Al final de la calle se encuentra la iglesia de Medinaceli, en la Plaza de Jesús, donde estaba la imprenta Mercurio, el origen de nuestra historia. Pienso a veces que los protagonistas recorrerían esta calle una y otra vez a lo largo de la década de los 30. Asistirían quizá al bullicio generado por las fiestas, las exposiciones, las convenciones y todos los eventos allí celebrados. 

Cuenta la prensa de la época, como Mundo Gráfico, que este hotel se preparó como "hospital de sangre", al igual que el hotel Ritz, a finales de julio de 1936. Se iniciaba aquí la etapa triste de este hotel que bajo la denominación de "Hospital de Base número 1" sirvió de sanatorio para las tropas del frente. Los quirófanos se ubicaron en el bajo y al parecer la primera planta fue Embajada de la Unión Soviética durante algún tiempo. Todos estos detalles los cuenta la Wikipedia y muchos otros sobre la historia de este emblemático edificio del viejo Madrid, que albergaría sin duda historias dramáticas como los sanatorios de la sierra de los que hemos hablado, o la casilla de la muerte de Guadarrama, testigo real de nuestra historia. 

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viernes, 9 de octubre de 2015

Madrid años 30: Mercado de Antón Martín y Cine Monumental

Pasear por el mercado de Antón Martín hoy en día tiene un punto de ensoñación. Entre el bullicio, la modernidad y tradición siguen vivos muchos testimonios de los años 30, cuando la calle estaba llena de carros con toldos y la fruta se apilaba sobre los adoquines o en cajones. 

Recientemente tuve la oportunidad de recorrer esta zona investigando algunos nombres y personajes aparecidos en las memorias de mi abuelo, para la novela que inspira este blog. Fue increíble caminar por delante de carnicerías, ultramarinos y comercios con solera como los de la calle Santa Isabel o el pasaje Doré. Llevaba una foto en la mano e hicimos algunas preguntas, pero la persona a la que seguíamos el rastro tendría hoy cien años y probablemente hace tiempo que se ha esfumado de allí. 

La Farmacia del Globo, de 1870 y que fue dañada por las bombas durante la guerra. La plaza en la que se integra, que fue escenario en el siglo XVIII del inicio del motín de Esquilache. El Cine Monumental, inaugurado en el año 23 y que contó con 4.000 butacas y acogió estrenos memorables como "La Calle del Azar", de John Cromwell, con William Powell como protagonista y con la butaca al precio de 0,75 pesetas. El Café Bar Zaragoza, donde habrán chateado en época convulsa pero previa a la guerra tantos y tantos madrileños.

Por allí, algún día, pasearon Luisa y Manolo. Protagonistas de esta historia que yacía en el fondo de un baúl. Que transcurrió entre Atocha 95 y la Plaza de Jesús. Y que terminó en el hospital de la Princesa, como tantas vidas de la época.


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lunes, 5 de octubre de 2015

Los nacionales llegando a Guadarrama

Agosto de 1936, Guadarrama. Se confirma lo que he leído en las memorias de mi abuelo y que forman parte de la novela "La Casilla de Guadarrama". La sierra es un auténtico polvorín con continuos avances y retrocesos del bando sublevado y del ejército republicano. Un fragmento del diario de un soldado gallego recogida en el diario El Progreso recoge una interesante crónica sobre el terreno. En julio y desde el inicio de la guerra el alto del León estaba tomado por el ejército nacional. Los republicanos dominaban varias posiciones montaña abajo pero las fronteras eran difusas y variaban día a día. 

El joven soldado gallego, al parecer de un batallón de Ourense, afirma que lleva dieciocho días a poca distancia del pueblo de Guadarrama. En sus propias palabras "casi se cogía con la mano", visto desde arriba, imagino yo. Escondidos de la aviación y contando las bombas... "ya van 478, mi capitán". Al anochecer bajan hacia Tablada, llegando hasta su sanatorio con algunas bajas.

La casilla "Hospital de sangre"
En este punto aparece la casilla de peones camineros, la casilla de nuestra historia. Una confirmación más aporta esta página del periódico a lo escrito por mi abuelo. "La sección del alférez Gacio, se queda para relevar la fuerza que guarnece la casilla de peones camineros, el punto más avanzado de este sector; despedidas rápidas, votos de suerte; sigue el resto de la compañía; por fin llegamos a Tablada, relevamos los puestos que nos corresponden y descansamos un poco. (...) Hace un mes que no echábamos nuestros cuerpos sobre un mal gergón. Aquí hay abundantes colchones y mantas del sanatorio, destruido por el bombardeo de los rojos". 

El extracto confirma una vez más que aquel "hospital de sangre" del que mi abuelo pudo huir a principios de agosto estaba por delante de la batería republicana. Por eso contaba que entraban y salían arrastrándose por la cuneta, temiendo que uno u otro bando les hiciera blanco. Y por eso también curaban heridos de ambos bandos, según el día y el transcurso de aquella guerra en la que nadie sabía a ciencia cierta quién era quién.

El hospital
Después habla del sanatorio. Como ya hemos tratado en este blog, el sanatorio actual que se encuentra en estado de ruinas en la subida de Tablada no se llegó a inaugurar. Por tanto, si el soldado habla de mantas y colchones pensamos que se refiere al antiguo sanatorio Lago-Tablada, evacuado precisamente el 4 de agosto del 36. 

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viernes, 25 de septiembre de 2015

La tuberculosis y los sanatorios de principios de siglo

Un tema espeluznante para quienes hayan tenido la suerte de escuchar testimonios de familiares o personas de principios del siglo XX es sin duda el de la tuberculosis. Una enfermedad hoy superada y cómo podía truncar vidas con tanta facilidad en el año 1900. Mi abuelo relata en sus memorias cómo uno, dos y hasta tres hermanos fallecieron a causa de esta enfermedad, además de otros vecinos y amigos. La mayoría la contraían por cariño o solidaridad, por hacerse cargo de quienes padecían este mal y no tomar medidas para evitar el contagio, o no saber hacerlo. 

Sanatorio abandonado en Cesuras (A Coruña)
Se calcula que España tenía doscientos muertos por cada cien mil habitantes a causa de la tuberculosis, por eso en 1903 se creó la Asociación Antituberculosa Española (AAE) que además propició la aparición de comités bajo el mandato de Alfonso XIII, en el que se
construyó el primer hospital de enfermedades infecto-contagiosas, el hospital del Rey, en Madrid.

Las zonas montañosas de toda España albergaban unas condiciones óptimas para la curación de estos enfermos. Tranquilidad, aire puro, temperaturas suaves y buenos cuidados. Eso vendían los sanatorios de los años 20 y 30 en una especie de auge que como todo apagó la guerra civil. Guadarrama albergó muchos de ellos, para dar servicio a la enorme población de Madrid que ya por entonces superaba los 800.000 habitantes. Pero estos sanatorios también tienen su leyenda negra, cuando los enfermos desahuciados sufrían el abandono y la dureza de la enfermedad en su propia piel. 

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martes, 15 de septiembre de 2015

La novela en la blogosfera

Los libros comienzan de la mano de un autor y prosiguen su camino solos. Especial ilusión hace leer cada comentario y cada crítica de la historia de mano de adictos lectores, investigadores, y amantes de la historia en general. Hoy nos encontramos este comentario en el interesante blog El día que me hice mayor, que a continuación reseñamos.

La casilla de Guadarrama

El hallazgo de una memorias sobre la guerra civil española, permite a Carmen Delia Díaz construir su primera novela con ciertos tintes autobiográficos. Principalmente porque esos escritos fueron hechos por su propio abuelo, cuando marchó para Madrid desde Ribadeo a ganarse la vida en los tiempos previos a la trágica contienda. A partir de esos primeros relatos, se asienta la base novelera, donde la joven protagonista del libro descubre los primeros pasos de su abuelo César, el hermano de esté, Manolo y la figura de una misteriosa mujer y de nombre incompleto por las calles de la capital de España. Un país en estado de ebullición, y que saltaría un 18 de julio de 1936 en forma de alzamiento militar. Fecha importante también en las vidas de los tres protagonistas de las memorias, ya que se verán empujadas a separarse para juntar los primeros misterios a resolver en la novela. Ese momento álgido es el que aprovecha la autora para iniciar su particular investigación sobre lo escrito por su abuelo, a través de esta novela que se acoge a la entretenida fórmula de los secretos ocultos y las medias verdades.

 

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Cápsulas del tiempo

Plaza de Jesús (Madrid)

No sé vosotros, pero yo a veces sueño con encontrar por la calle un puesto lleno de botellas de cristal. Imaginemos que cada una contiene un momento, una circunstancia o una persona de nuestro pasado. Seguro que coincidimos en que algunas no las abriríamos jamás. Pero ¿no sería maravilloso poder abrir otras y revivir por un momento aquel instante de felicidad, aquel recuerdo o aquella vivencia?

Mi pasión por las cápsulas del tiempo viene de lejos. Suelo usar como marcapáginas notas, entradas de algún espectáculo o recortes de prensa o revistas. Pasado el tiempo impresiona encontrar algo con diez o veinte años de antigüedad y recordar en qué momento pasamos por aquellas páginas.

Hace unos meses tuve la oportunidad de viajar a principios de siglo. Sí, fue gracias a esta novela precisamente, "La Casilla de Guadarrama". En ella se habla de la antigua imprenta Mercurio, ubicada en la madrileña Plaza de Jesús. Allí transcurrieron años felices para mi abuelo y su hermano Manolo, también alguna vivencia más dramática que se recoge en las páginas del libro. Cada rincón del viejo Madrid que recorrimos resultó ser una auténtica cápsula del tiempo: casas de principios de siglo, bares de época, hoteles centenarios.

Mi abuelo describió con precisión de notario el espacio en aquel sótano. Su pequeña puerta se cerró para ellos en julio de 1936. Bien, pues casi ochenta años después, la puerta volvió a abrirse ante nosotros. 
Entramos en aquel edificio con la piel de gallina y lágrimas en los ojos. Quienes allí se dejaron unos cuantos años de su vida ya no están, pero pudimos -por una auténtica casualidad del destino- bajar aquellas escaleras, traspasar aquella puerta y ver lo que fue la vieja imprenta. Aquel espacio, su suelo, los ventanucos, el estrecho local de techo bajo, su ambiente... 
La casualidad quiso que la realidad se impusiera a la ficción y todo cuanto cuenta la protagonista la novela resultó cobrar vida y parecerse bastante a lo soñado. A veces me pregunto si la literatura tiene realmente límites.

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jueves, 3 de septiembre de 2015

¿Nos mudamos a un libro?

Alberto, Silvia, Lourdes, Lucía, Ana, Pepa, Víctor, Enrique, Inma, Marta o María. Son solo algunos nombres de los muchos lectores que en los últimos meses me han ido haciendo llegar sus comentarios. La mejor noticia es que se han leído la novela de un tirón, en uno, dos o pocos días. Como lectora creo que la mejor virtud que puede tener un libro es engancharte hasta el punto de no poder soltarlo hasta el final.

El lector completa la obra. Las historias solo cobran vida cuando alguien las hace suyas, cuando abrimos las páginas de un libro y dedicamos unas cuantas horas de nuestra vida a evadirnos de nuestro mundo real y nos embarcamos en una historia que nos hace soñar. Página a página, cada uno creamos un mundo único de interpretación para cada obra, y vivimos cada escena de la historia en función de nuestras vivencias y emociones. 

La historia de "La Casilla de Guadarrama" rondaba mi cabeza y ahora es de todos los lectores. Si ha proporcionado dos días o una semana de emoción a cada uno de ellos ha sido un trabajo muy satisfactorio. 

Si aún no has leído la novela aquí tienes toda la información sobre ella. Te esperamos!




domingo, 30 de agosto de 2015

Pasando de largo por la vida


Desde que encontré aquellas viejas memorias en el fondo de un baúl no he parado de pensar en Luisa. Una mujer de principios de siglo, que pasó de la niñez a la madurez de un salto como hacían nuestras abuelas. Vivió el horror de la guerra en su entorno y también en su corazón, pues vio enfermar a su novio de tuberculosis, y aún así no se apartó de su lado. 

Hoy he soñado con Luisa. Alguna voz dentro de mí me desvelaba su año de fallecimiento. ¿Será verdad o locura? Después de buscar su rastro en las cajas de fotografías familiares, de tratar de hallarla con solo un nombre propio y una escasísima referencia en los papeles que dejó mi abuelo. De buscarla por todos los puestos del Mercado de Antón Martín, donde su padre tuvo un negocio. De perseguir su fantasma por el viejo barrio de las letras. De buscar sus ojos en algún descendiente por la Plaza de Jesús, la iglesia de Medinaceli o la calle Atocha.

Estoy convencida de que ella ya no estará, pero quizá algún día sus hijos o nietos lean esta novela y la reconozcan en sus páginas. Quizá decidan escribirme y contarme algún recuerdo. Quizá ella dejará también entre sus cosas alguna fotografía o alguna vieja carta. O quizá quede solo siempre en el recuerdo de quienes alguna vez supimos de su existencia, como tantas vidas, como tanta gente. Pasando de largo por la vida y borrando su propio rastro.

jueves, 27 de agosto de 2015

Una historia "real" de la Guerra en el Blog "Guerra en Madrid"

El verano nos ha traído grandes honores como muchos e importantes lectores y algunas menciones. Ésta nos hace especial ilusión, y es que el Blog Guerra en Madrid, incluye una reseña de "La Casilla de Guadarrama" dentro de las lecturas sobre la Guerra Civil Española.


El Blog recomienda diez libros sobre la guerra civil publicados en 2015, como son "La Batalla de las Ondas" (Daniel Arasa), "Voces en la trinchera" (James Matthews), "Los caprichos de la Suerte" (novela inédita de Pio Baroja), "El final de la Guerra" (Paul Preston), "Enfermeras de la Guerra" (Anna Ramió y Carme Torres), "El final de la Guerra Civil" (Fernando Rodríguez Miaja), "La persecución del Santo Cáliz en la Guerra Civil" (Francisco Ballester-Olmos), "La Guerra Civil como moda literaria" (David Becerra Mayor), "El General Invierno y la Batalla de Teruel" (Vicente Aupí). En segundo lugar de este repertorio se cita "La Casilla de Guadarrama".

Quizá las historias de la guerra aún siguen vivas en el recuerdo de tantas familias y de tantos escritores. La generación que vivió la guerra se nos apaga, pero nos quedan los libros.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Veranos en casa de la abuela

La abuela ya no está, pero nos ha dejado su casa, y con ella la memoria familiar. Estas cuatro paredes albergan tesoros que quiero que mis hijos descubran, como lo hice yo. Las fotos de los que emigraron a América a labrarse un futuro, los libros de la niñez de mis padres y de la mía, las revistas de los años 70 y 80 o las tazas y platos de duralex color caramelo.

 

Solo en verano puedes coger la vieja bicicleta BH y hacer piernas, a piñón fijo. O reaprender a volver de la tienda con una docena de huevos colgada del manillar de la bici, con tus hijos detrás, cayéndose en los mismos baches y curvas que tú lo hacías de niña. Salir a coger moras con la consiguiente indigestión, pincharte en silvas o las ortigas y buscar menta para calmar el dolor. Nadar en las frías aguas del mar o trepar por las rocas buscando algún animal marino indefinido que sabes que no podrás comerte, porque ahora está prohibido.

Las largas comidas con sobremesa y partida de cartas han sido sustituidas por algún intrascendente programa de televisión, porque ya no contamos historias y todos tenemos prisa. Pero la tele está genial apagada en esta época del año, y meterse en cama bajo la colcha de ganchillo con una novela de Agatha Christie es mucho más auténtico. 

 
Playas de acantilados, con mucho espacio en marea baja pero solo rocas en marea alta. Domingos de regata. Fines de semana de fiestas patronales. Cohetes y más cohetes. El pub o el bar del pueblo, ese lugar intergeneracional. El pan de horno de leña y la empanada de masa de pan. Esas enormes tazas de desayuno. La cuesta de bajada al puerto o la plaza. El banco donde comías pipas. Las eternas escaleras de subida desde la playa. El bullicio de los días de mercado o feria. Las romerías, ésas de mantel de cuadros sobre la hierba y muchas historias que contar y escuchar. El silencio de las noches en el campo, los crujidos de la madera del suelo, la frialdad de las baldosas o las noches de grillos y estrellas. 

Las excursiones y los paseos al faro o al monte. Las tardes en lancha, por la ría o el río. Las piedras del fondo, las algas o las avispas y mosquitos. Las pandillas, aquellas mezclas heterogéneas de madrileños y gallegos, con alguna pequeña aportación castellana. La tienda, el cine, el quiosco o la iglesia. El mercadillo, el parque o jugar al escondite por las calles del pueblo o la aldea. Las contraventanas de madera, las mecedoras o los desvanes, las cocinas y comedores llenos donde todos tropezamos torpemente unos con otros. Los collares de conchas o pulseras, la camiseta descolorida o las alpargatas. El olor a hoguera, a hierba o a comida de puchero.

No sé si tenéis aldea o pueblo, pero si no, deberíais adoptar uno.

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Booktrailer de la novela "La Casilla de Guadarrama"

¿Os gustan las historias de intriga? A nosotros nos apasionan, por eso nos encanta esta novela, basada en hechos reales y ambientada en Guadarrama, Madrid, Ribadeo, Venecia, Oporto, Dublín y Zug.

La protagonista descubre unas viejas memorias escritas por su abuelo en los primeros días de la guerra civil española e inicia una investigación que le llevará a descubrir, capítulo tras capítulo, más de una veintena de cosas que no conocía y que son determinantes en su historia familiar.

Aquí tienes el booktrailer de la novela, sus claves en 30 segundos.


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miércoles, 5 de agosto de 2015

Marcas que forman parte de una vida: branding literario

Como en tantas novelas o películas célebres, donde las marcas forman parte de una vida y están ligadas a la propia experiencia, en la Casilla de Guadarrama hay nombres comerciales o de establecimientos que están presentes. Quizá porque el olfato es el sentido que mayor perdura en el tiempo, el aroma de la colonia Álvarez Gómez es lo que se le viene a la memoria a la protagonista tras perder a su abuela.

Poco después, entre las calles y tópicos ribadenses aparece con fuerza la churrería Linares, una institución que si bien no es de tiempos del abuelo de la protagonista, ha constituido también un referente para un par de generaciones. En invierno por el calor y el aroma del chocolate, y en verano por su terraza, antes ubicada en el Cantón y ahora en la plaza, frente a la iglesia de Sta. María del Campo.

De nuevo el sentido del gusto, en este caso con las pizzas. Los antihéroes de las novelas que leemos a veces comen comida rápida para entregarse a otras tareas que les apasionan. En las páginas de esta novela, la protagonista se pide una pizza de huevos rotos al Pizzbur, una referencia más actual pero del todo reconocible por los jóvenes de Ribadeo.

El butano, tan en la experiencia de generaciones cada vez menos actuales, las letras escritas de la Olivetti del abuelo de la protagonista, hoy objeto de museo pues las máquinas de escribir casi han pasado a la historia. O la coca-cola, esa universal bebida, evocan hábitos reconocibles para el lector en unos tiempos donde hay muchas cosas que van quedando ya solo en el recuerdo o en las páginas de los libros.

La protagonista y su animado amigo viajan en Alsa, compran en Madrid en el VIPS o usan un Work Center, establecimiento de referencia en la primera década del 2000. Reservar hoteles en la web Booking, viajar gracias a las ventajas de internet o tomar algo en el Museo del Jamón o por el Mercado de Antón Martín son otros tips que recuerdan al lector que las calles que recorrían estos semihéroes de leyenda son las mismas que aún tienen bajo sus pies.

viernes, 31 de julio de 2015

Humor en tiempos de guerra: los cánticos y el partido de fútbol

La guerra civil fue una brecha que rompió España en dos mitades, causando profundo dolor a prácticamente todas las familias. Mi abuelo la vivió de lleno, y la dejó por escrito en sus memorias de las que ahora recojo varios fragmentos. Pues releyéndolas una y otra vez me llaman la atención varios episodios que revelan el hartazgo de las tropas durante los tres años que duró la guerra y, sobre todo, que la humanidad y las ganas de vivir están siempre por encima del odio y las ideologías. 

La mula
Verano del 37, Gózquez (Pinto). "Llegué allí a lomos de mi caballo. Me dijeron que no me bajara, sino que fuera por la carretera camino del cruce de Pinto a ver si veía un mulo que se les acababa de escapar y lo traía de vuelta. Pronto vi al mulo que corría por el olivar, con dirección a Valdemoro. Corrí cuanto pude tras él, y cuando ya había logrado hacerle cambiar de dirección, mi caballo tropezó y se derrumbó de cabeza al suelo, haciendo que yo saltara por los aires y me diera un fuerte golpe. Estuve un rato aturdido, mientras el carajo del caballo se levantaba y comenzaba a mordisquear unas hierbas. Pronto vi cerca, en una pequeña vaguada, al mulo paciendo tranquilamente. Solté al caballo y dejé que se acercara, y al momento estaban los dos paciendo, espantando las moscas con el rabo. Agarré un puñado de hierba y me acerqué hasta que cogí la brida del caballo y até al mulo para llevarlo de vuelta a Gozquez".

Los cánticos
Año 37, Cerro de los Ángeles (Getafe). "Me enteré de que a pocos kilómetros venía la sección mandada por el sargento Mozo, al cual había conocido. Lo vi venir a lo lejos, así que como ya oscurecía monté el caballo y me puse a esperarle en una curva. Cuando se acercaba, le grité "A ver ese cabo, mande a la gente que se ponga el casco y lleve el fusil en posición de suspendido, que está usted en el frente no en el Campo Grande de Valladolid". El sargento se acerco y me dijo "Maricón, desgraciao. No te había conocido, tú eres el sargento Echevarría". Venían preocupados, con kilómetros a las espaldas. Los cabos montados en mulos, y los demás a pie. Con botiquines de campaña, cargas de camillas, artolas o sillas de evacuación, de las que se colgaban a lomos de un burro y que podían llevar dos heridos. A lo lejos sonaban las ametralladoras y les grité "venga chavales, que ya estáis en casa". "¿Se puede cantar, mi sargento?". "Allá tú, si te viene un pepino del quince y medio por encima igual te manda a cantar sobre los luceros...".

Intercambios en el frente
"Esto del intercambio de prensa, tabaco o papel por azúcar o café era cosa corriente en el frente en aquellos días de la guerra. Un día, incluso llegó a concertarse un partido de fútbol entre las dos líneas. Pero el mando, que veía que aquello igual terminaba abrazándose unos a otros, enseguida prohibió aquella confraternización...". Un día un muchacho asturiano había venido a nuestras líneas a cambiar prensa y tabaco. Y le pidió al oficial que mandara una carta que traía escrita para su familia, que estaba en zona nacional. Charlando con nosotros, reconoció que tenían la guerra perdida por falta de organización. Que mandaban más los políticos que los jefes militares. "Quédate, para que vas a volver con ellos -le dijimos". Pero nos respondió "porque dí mi palabra de volver, y vuelvo".





jueves, 30 de julio de 2015

Novelas que dejan su rastro en Dublín

Dublín es una ciudad joven, llena de grandes oportunidades para estudiantes, pero también para quienes inician su trayectoria profesional. Además de la alegría, el aperturismo y la música, en este lugar se respira tradición. Visitar lugares como Dublín Castle o St. Patrick, tomar algo en el Temple Bar, o recorrer las tétricas galerías de Kilmainham Gaol, son un buen plan para cualquier escapada. 

Los protagonistas de nuestra novela se desplazan a Dublín siguiendo el rastro de un posible comprador para su viejo libro. Después de comer en el pub más antiguo de la ciudad, "The Brazen Head", y cerca del escalofriante cementerio de St. Michan, se acercan al escondido Powerscourt Townhouse. 

Lo que hablan allí o cómo transcurre el encuentro lo dejaremos para los fieles lectores de nuestra novela, pero lo cierto es que con todo esto descubrimos que Dublín es una ciudad eminentemente literaria, donde cada puente como Ha'penny Bridge, cada estatua como la de Molly Malone y cada parque como Merrion Square, merecen un montón de bellas palabras. 

La casilla de Guadarrama es una novela de intriga e investigación. Su trama arranca en Madrid, pero el rastreo de una rara edición del libro "Ribadeo Antiguo" les llevará por diferentes escenarios Europeos. Si te apetece seguir sus pasos y desentrañar con ellos viejos enigmas puedes comprar la novela aquí.


Novedades literarias: última estación Zug (Suiza)

En Zug puedes encontrar cualquier cosa, pero sobre todo tranquilidad. Está a orillas del lago que lleva su mismo nombre, con un precioso fondo de montañas y puede regalarte decenas de postales de casas con sus vigas de colores a la vista. Está cerca de Zurich y Lucerna, y al margen de ser conocida como paraíso fiscal o la ciudad sin paro era el perfecto capítulo de cierre para nuestra historia. 

Y es que esta pequeña ciudad tiene rincones increíbles. Sus habitantes pasean junto al lago al atardecer y ven ponerse el sol sobre las mismas aguas. Los restaurantes se afanan en atender a los pocos turistas que por allí se pueden ver, en casas que llevan en pie unos cuantos siglos. Sus fuentes, sus plazas, sus calles empedradas o el hotel Ochsen, un edificio del siglo XVI que realmente impresiona, son solo una pequeña parte de las experiencias que puedes vivir allí, como las vivieron nuestros protagonistas. 

"La casilla de Guadarrama" es una novela de intriga que arranca en la actualidad e investiga la trayectoria vital de un joven cabo sanitario en el Madrid de los años 30. Su paso por el frente de Guadarrama -en pleno arranque de la guerra- y sus escritos posteriores, llevan a la protagonista a una serie de hallazgos sorprendentes. 

Esta es precisamente la última estación de una intensa búsqueda que pasa también por Ribadeo, localidad natal de aquel militar, y varias ciudades europeas como Oporto, Dublín y Venecia. Pero la novela centra su último capítulo en Zug, donde se esconde algo que ha permanecido oculto durante demasiados años. Si aún no lo has descubierto y quieres comprar esta novela puedes hacerlo aquí.

martes, 21 de julio de 2015

Aquellos veranos de novela

¿No añoráis los veranos de la infancia, sin nada que hacer, con horas y horas de aburrimiento...? Son veranos que no vuelven. Veranos de ver pasar las nubes. De nadar y saltar olas hasta que se te ponían los labios morados del frío. De callejear y deambular. De jugar con primos o vecinos. De tomar pipas sentados en un banco del parque. De pedirle bizcocho y helados a la abuela. De ver las estrellas, de leer en la cama y de dormir a pierna suelta hasta la mañana siguiente. Veranos con sabor a paella o barbacoa. Veranos de estar con papá y mamá más tiempo que el resto del año.

También eran veranos de leer tebeos, cómics o novelas de aventuras. Así, de un tirón, sin mirar el reloj que por aquel entonces pasaba lenta y aburridamente, solo guiándonos por la posición del sol sobre nuestras cabezas. Veranos de aprender y asentar tantas ideas. Dicen que aburrirse es importante para el desarrollo de los niños, ¿cuánto os habéis aburrido vosotros o cuántos juegos han salido de ese aburrimiento?

Si algo queda de mayores, entre la prisa que domina nuestros veranos, ya con el yugo del paso del tiempo sobre nuestros hombros, es ese placer en la lectura. En ratos pequeños, no ya de un tirón, hasta que se te durmieran los brazos. Con un ojo puesto en el juego de los niños, en los compromisos o en las obligaciones, y el otro en el libro. 

Novelas. Novelas que puedes por unos minutos sentir y hasta oler, como cuando eras niño. Novelas hechas de palabras, de miles de sugerentes conceptos y frases que van construyendo escalones bajo tu pedestal de conocimiento, para mirar allá fuera, alrededor de ti, de tu siempre pequeño mundo. Novelas hechas de historias que no son la tuya, son otra que enriquece y admira.

Historias. De esas que escuchabas en tu infancia. Cuando las tardes eran infinitas y las horas sabían a bocadillo de chocolate. Historias que te hicieron crecer y hoy puedes contar a otros. Historias que no mueren porque otras personas las recogerán algún día en alguna novela. Historias que te apartan por un momento, como cuando eras niño, de la tuya propia. Y cuando vuelves de ese maravilloso viaje, ya no eres la misma persona.

Así recogimos nosotros esta historia, y desde ella os deseamos un feliz verano lleno de novelas y de historias increíbles.


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miércoles, 15 de julio de 2015

Los mil y un escenarios literarios que da Venecia

La ciudad de Venecia se pinta en un imprescindible capítulo de la novela "La Casilla de Guadarrama". Pocas ciudades podría haber más literarias que ésta, con sus canales, góndolas, puentes y estrechas calles medievales llenas de pasadizos de auténtica novela negra. Pasear por Venecia al anochecer, cuando el calor del verano ha remitido un poco, y fijarse en cada esquina, cada tienda, cada escaparate lleno de máscaras. 

En Venecia nada es lo que parece, y la alegría de vivir lo inunda todo. Los enormes palacios frente al gran canal, los vaporetos atestados de turistas, o los soportales alrededor de la plaza frente a la increíble catedral de San Marcos. Los museos tristes y enigmáticos como la Fundación Peggy Guggenheim, o las repletas pizzerías en el Campo de Santa Margherita.

En este escenario, al borde del mar, tiene lugar un acontecimiento crucial para la protagonista y su fiel amigo Germán. Una vieja librería en el Campo de San Barnaba, de esas en las que te gustaría pasar el día rebuscando, y un descuido. Alguien les sigue los pasos y no precisamente para ayudar a nuestros dos buscadores de historias. Cómo lo resolverán o cuáles serán las consecuencias es algo que reservamos para nuestros lectores. ¿Te gustan las historias?

Si quieres adquirir un ejemplar de "La Casilla de Guadarrama" puedes consultar aquí las modalidades de venta.

domingo, 12 de julio de 2015

La casa de los Queiruga, en la ficción

En las páginas de "La Casilla de Guadarrama" aparece reflejada como la casa de los Queiruga. Estas cuatro paredes merecían una historia, aunque fuera de ficción y así lo reflejamos página a página dotando de varias dosis de misterio e intriga al asunto.

¿Quién la construyó? ¿Cuándo? ¿Quién ha vivido allí durante años? ¿Quién abre y cierra esa puerta cada día? La realidad la sabéis quienes vivís en la zona, yo me limité a incorporarla en la novela y, recientemente, y aprovechando el paso de una serie de indianos también "ficticios" por la zona, a retratarlos, con su amable colaboración. Formaban parte del grupo de los miles de ribadenses que participaron en esta espectacular edición del Ribadeo Indiano.

Las casas guardan historias, algunas de ellas son apasionantes y otras terribles. A nosotros nos gustan todas ellas, y a vosotros, ¿os gustan las historias?


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viernes, 10 de julio de 2015

Presentación de la novela en cincuenta segundos

La autora de la novela "La Casilla de Guadarrama" te presenta aquí la novela en 50 segundos. Cómo nace la historia, cómo está planteada y el por qué de su título.


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lunes, 6 de julio de 2015

Oporto literario en las páginas de "La Casilla de Guadarrama"

Oporto es una ciudad literaria de por sí. No sólo porque en ella se capta la esencia de la tradición, de la cultura, de la gente, sino también por la antiguedad y presencia de librerías míticas como "Lello e Irmao". 

Está en la rúa de Carmelitas, enmarcada por edificios de azulejo de diferentes colores. Entrar en ella es directamente soñar despierta, para quienes amamos los libros alineados en grandes estanterías. Aquí el valor de cada uno de los volúmenes se suma al de la antigua estantería con escalera integrada, que es ya un museo de por sí. 

En las páginas de "La Casilla de Guadarrama" se integra este templo del libro con gran naturalidad. Qué mejor lugar para investigar una pista literaria que esta "livraría". Pero también las calles de Oporto, estrechas y adoquinadas, los tranvías ascendiendo entre chirridos y el ambiente húmedo de la rivera. 

Las noches, tienen allí sonido de fado y sabor a bacalhau, y la vista se recrea con la ensalada de luces de la ciudad desde la Sierra del Pilar o cualquier punto de Vila Nova de Gaia. Por Oporto se pasea saboreando, y así lo hacen los protagonistas de nuestra novela para resolver un capítulo fundamental del enigma en que se ven inmersos en su historia. Nuestra historia.


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jueves, 2 de julio de 2015

La Sierra de Guadarrama en los primeros días de la guerra civil española


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A veces la vida o la muerte es cuestión de segundos y de puro azar, según dónde te encuentres y las circunstancias a las que te enfrentes. Así eran los tiempos de la guerra civil española. A raíz de las investigaciones para la novela "La Casilla de Guadarrama", comprobé por los papeles que dejó mi abuelo sobre los primeros días de la guerra en la sierra que era una zona verdaderamente peligrosa.

Según su relato, camiones y autobuses de milicianos subían cada mañana cantando himnos para posicionarse en los diferentes frentes y defender este estratégico punto de entrada a la capital. Los nacionales o sublevados habían tomado posiciones en el Alto del León y alrededores, con tropas venidas de diferentes puntos de Castilla o Galicia. La nacional VI tenía puntos negros bastante definidos en la salida del pueblo de Guadarrama, en la recta, y en el inicio del ascenso hacia Tablada. Precisamente en este último ametrallaron la camioneta en la que subía mi abuelo con otros dos compañeros que resultaron muertos. Él se salvó milagrosamente al volcar el vehículo y caer rondado hasta el arcén. Cuando se asomó, sus compañeros yacían muertos. 

Leyendo la hemeroteca de la época, me llamó la atención una entrevista del "Camarada Juan Sande", publicada en el diario "El Sol" del 23 de noviembre de 1937, el diario del Partido Comunista. Según cuenta este oficial de marina, el 20 de julio del 36 fue al frente de Guadarrama como enlace del gobierno. La entrevista recoge cómo en este tramo de carretera "estallaban los obuses y llovían las balas con auténtica furia fascista". El militar sigue narrando cómo entonces "una ráfaga de plomo alcanzó el auto en el que viajaba el coronel Puig", el coche volcó y permaneció tres horas tumbado frente al sanatorio Hispano Americano. En esta misma entrevista Sande relata cómo los republicanos tenían un "hospital de sangre" en la vieja caseta de camineros de la curva de Tablada. Precisamente, en la casilla de Guadarrama, que da título a la novela.

martes, 30 de junio de 2015

Publicada una novela sobre las memorias inéditas de un cabo sanitario en la guerra civil española

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Enlace a la fuente original: Anisalud

Martes, 30 de Junio de 2015
Bm Contenidos
La acción arranca en Ribadeo y se desarrolla por la sierra de Guadarrama, Oporto, Venecia, Dublín y Zug
Una historia familiar a partir de unas viejas memorias escritas a máquina es un buen punto de partida para una novela en la que los misterios, los hallazgos y la intriga son el ingrediente principal. Así nace La Casilla de Guadarrama, de la fascinación por acontecimientos históricos vividos en el contexto de la guerra civil española.




Cuando tenía solo quince años, la autora escuchó narrar la guerra civil a su abuelo, que la había vivido en primera persona, en el frente, en los alrededores de Madrid. Después, la familia fue depositaria de unas memorias que César Díaz Echevarría tuvo la visión de dejar por escrito con todo detalle. No solo su historia sino la de su hermano Manolo, en los años anteriores al estallido de la contienda. Dos jóvenes de Ribadeo que se habían ido a la capital a buscarse un porvenir, y los posteriores sucesos con que culminan sus vidas. La novela toma estos acontecimientos como punto de partida, y los transcribe con asombro, “porque la guerra civil todos la hemos estudiado, pero lo que se puede leer en esas memorias no está escrito en ningún libro”, comenta la autora.
La casilla
Tras leer las memorias, la autora comenzó una investigación que le llevó a dar con el lugar concreto donde transcurren aquellos terribles sucesos. En la curva de Tablada, antes de llegar al Alto del León, había una caseta de camineros donde se montó, en los primeros días de la guerra civil, un puesto de socorro. Hay varias referencias a ella en la prensa de la época, porque era una curva muy pronunciada y con muchos accidentes, y también en una entrevista del diario El Sol, año 37, donde se cita la casilla como “Hospital de sangre” en el frente.
“Tras recorrer una y otra vez la zona con el Street View, descubrí con asombro una caseta que respondía perfectamente a la descripción. ¿Es posible que lleve en pie cien años?”, se pregunta la autora. “Estuve allí, pude tocarla y ver lo que parecían agujeros de bala, entendí el fuego cruzado en el que estaba aquel puesto, a tiro de ambos bandos, exactamente como lo contaba mi abuelo”, así describe Carmen Delia Díaz, la autora, su encuentro con aquel monumento histórico que yace abandonado en el arcén de la carretera nacional VI.
La novela está a la venta desde el 5 de junio en librerías, en Amazon y en el blog, donde además se pueden leer contenidos adicionales e intercambiar impresiones. También se ha creado una página en Facebook para pedir un centro de interpretación de la guerra civil en aquella vieja caseta y un perfil en tuiter que va publicando novedades sobre la investigación, aún por concluir, y la historia.
Blog: http://casillaguadarrama.blogspot.com.es
Facebook/CasillaGuadarrama
Tuiter: @casiguadarrama

domingo, 28 de junio de 2015

Los accidentes de tráfico en la "casilla de la muerte"

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Después de leer los trágicos acontecimientos sucedidos durante la guerra civil en la casilla de camineros de la curva de Tablada creía que la denominación de "la casilla de la muerte" se debía a éstos. Tanto a los muertos y heridos que pasaron por ella cuando era puesto de socorro, ubicada entre dos frentes: los tomillares (republicano) y el Alto del León (nacional) como al asesinato allí de diversas personas a lo largo de la guerra. 

También las crónicas sobre el fusilamiento en este punto kilométrico del presidente del Fútbol Club Barcelona Josep Sunyol, el 6 de agosto de 1936, hacen referencia a la "casilla de la muerte" y justifican el nombre en las personas allí fallecidas en los días anteriores. 

Pero lo cierto es que en la prensa de los años 20 y 30 ya se denomina a esta casilla "de la muerte", y no es por la guerra que aún no había tenido lugar, sino por la pronunciada curva en la que se encuentra. Al parecer eran constantes los accidentes contra esta edificación, al quedarse sin frenos o fallar estos a las camionetas o autobuses, los propios conductores comenzaron a llamarle así.  Por ejemplo, el Heraldo de Madrid del 25 de julio del 27, relata cómo doce personas a bordo de una camioneta se estrellan en este punto y cinco de ellas fallecen en el acto, resultando heridas de gravedad el resto de los ocupantes.

El peor día de la guerra civil española

Así lo califica mi abuelo en las memorias que dejó escritas y así se recoge en las páginas de La Casilla de Guadarrama. El día 30 de julio nuestro narrador en segunda persona estaba destacado en la caseta de camineros de la curva de Tablada, las memorias relatan una jornada calificada como “el peor día de la guerra”, desde el punto de vista de alguien que estuvo los tres años de la guerra en diversos frentes de combate. Díaz Echevarría comenta cómo en los días anteriores habían pasado por allí unos 400 heridos y muertos. Más de cien en una sola jornada bajo un intenso tiroteo desde arriba, desde el bando fascista, mientras desde el muro de la carretera, un poco más abajo, respondía el bando contrario. En ese momento los heridos atendidos en el puesto ya eran de ambos bandos, entre un ambiente de confusión total.

César Díaz tenía 21 años cuando estalló la guerra, asaltaron el cuartel de los Docks donde estaba destinado. Tras enterarse de que las tropas habían sido licenciadas, en los primeros días de la guerra civil (17-18 de julio), comienza un periplo por toda la sierra madrileña en donde es destinado primero, en el antiguo sanatorio Hispanoamericano, después pasa por el Sanatorio de Tablada y posteriormente permanece varias semanas en la denominada “Casilla de la muerte” en un improvisado puesto de socorro. 

Este militar fue ascendido a Sargento según se recoge en el D.O. del Ministerio de la Guerra del 22 de octubre del 36, por su participación en la colocación de una bandera blanca con una cruz roja en la azotea del sanatorio conocido como Hispano-americano el 24 de julio del 36, durante un intenso bombardeo aéreo, y en el que resultó herido leve.

Las referencias a lugares y personas sobre el terreno son constantes, pero lo más estremecedor del relato son la larga serie de heridos y fallecidos que por allí pasan. Por aquella vieja caseta llena de desconchones en un arcén de Guadarrama, y donde deberíamos honrar la memoria de nuestros antepasados en lugar de tirar escombro.

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lunes, 22 de junio de 2015

Entrevista publicada en La Opinión de A Coruña: Carmen Delia Díaz, autora de "La Casilla de Guadarrama"

Leer entrevista en La Opinión 
 
Carmen Delia Díaz Autora de la novela de la Guerra Civil 'La casilla de Guadarrama'

"La guerra no es como se estudia en los libros; todo es mucho más caótico"

"Escuchamos poco las historias familiares; quizás no convivimos todos tan juntos, quizás tenemos menos capacidad de escucharnos"
  21-06-2015 22:28

La autora Carmen Delia Díaz, con un ejemplar de su libro. 13fotos
La autora Carmen Delia Díaz, con un ejemplar de su libro. 13fotos
Carmen Delia Díaz (A Coruña, 1976) se decidió por la ficción para recuperar la historia de su abuelo durante la Guerra Civil. Extractos de sus memorias, una historia ficticia sobre su tío abuelo, y una investigación novelada conforman La casilla de Guadarrama, autoeditado y a la venta en casillaguadarrama.blogspot.com.es.
-¿Cómo nació la historia?
-Mi abuelo me había contado episodios de la guerra. Pero sus memorias, realmente, estuvieron en el armario hasta hace unos años, cuando mi padre las recopiló en un libro. Le pedí los escritos originales y empecé a investigar datos concretos, como la casilla de camineros donde montó un puesto de socorro. Está llena de escombros, de pintadas, pero en pie.
-¿Por qué decidió novelarlo?
-Intenté localizar a la novia de mi tío abuelo, pasé meses investigando esto, leyendo, hablando con mi padre, y me dije, o lo escribo o a lo mejor nadie lo va a hacer.
-¿Fue difícil ponerse en el papel de gente que vivió la guerra?
-La guerra no es como la estudiamos en los libros. La guerra que vive la población a pie de calle es muy diferente. Mi abuelo, en la casilla, curaba a enfermos del bando republicano y también del otro. Y a veces decía que no podía sacar la cabeza porque te podían disparar los otros o los tuyos. Todo era mucho más descontrolado y caótico de lo que estudias. Fue una ruptura total.
-¿Es necesario recuperar la memoria, entonces?
-Hoy escuchamos poco las historias familiares. Y siempre hay un tío que se fue a América, otro que se embarcó en una aventura. Quizás ya no convivimos todos tan juntos, quizás tenemos menos capacidad de escucharnos.
-También hubo quien calló.
-La Guerra Civil provocó mucho dolor, así que entiendo ese silencio. Pero creo que ya deberíamos perderlo. Hay muchísimos restos de la guerra que yacen olvidados. Guadarrama creo que es el caso más palpable, porque el Ayuntamiento ha hecho rutas y hay un montón de restos de trincheras, de búnkeres? Es una historia triste, pero que nos puede enseñar mucho. Es importante que ese espacio se recupere.
-¿Qué le ha enseñado investigar y escribir este libro?
-Mi abuelo necesitó escribir todo esto para curar sus heridas. Las heridas se curan contándolo y narrándolo. Todo esto refleja el trauma que debió superar mi abuelo. Y a mí, a nivel personal, me aporta muchísimo.
-¿Qué periodo abarca la narración de la novela?
-Cojo un primer episodio que narra mi abuelo, cuando está en un cuartel y lo asaltan entre finales de julio y primeros de agosto de 1936. Luego tiene algunos rasgos de realidad pero no sigue fielmente la historia familiar.

El Misterioso Sanatorio de Tablada (Guadarrama)

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Desde que cayeron en mis manos aquellos folios mecanografiados por mi abuelo me centré en varias localizaciones y les seguí la pista incesantemente a lo largo de la historia. Hasta hace poco creía que el Sanatorio de la Tablada que él describe, en el inicio de la subida al Puerto del León, era el que actualmente permanece en estado de abandono, fantasmagórico y a medio construir. Ése que ha protagonizado escenas de pánico en grupos de visitantes y que tantos blogs recogen con fotos y psicofonías incluidas grabadas en el interior. Pero después de leer un post en El Guadarramista y rastrear los primeros años del siglo XX en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional fui consciente de que el sanatorio era otro, fue el denominado Sanatorio Lago de Tablada. Así lo relata mi abuelo en sus memorias y allí fue donde estuvo aquel fatídico 26 de julio, cuando subiendo en una camioneta con dos compañeros hacia Tablada, los tirotearon y ambos murieron. Mi abuelo se salvó de milagro dejándose caer por un terraplén a la altura de la Fuente de la Teja.

El Sanatorio Lago Tablada estaba en el mismo lugar que el actual Sanatorio, tenía cien plazas y su construcción se autorizó en Consejo de Ministros en el año 1921. Estaba destinado al tratamiento de enfermos de tuberculosis, y era atendido por Hermanas Mercedarias, puesto que tenía zonas también para personas con pocos recursos económicos. Y fue sufragado con fondos del Ministerio de Gobernación, un total de millón y medio de pesetas de la época, y la señora viuda de Lago, que abonó el terreno y parte del edificio.

Se inauguró el 9 de diciembre de 1924, así lo recoge El Imparcial, y el resto de periódicos del momento, que destacan la presencia de los reyes y gran parte de la nobleza del momento en aquella apertura. Su director era Julio Blanco Sánchez (1888-1976). Numerosas publicaciones elogian el edificio, como La Construcción Moderna, el 30 de mayo de 1924, que publica además una ilustración recogiendo al pie el nombre de los arquitectos Salvador y Cárdenas.

El 4 de agosto de 1936 varios periódicos se hacen eco también de la evacuación que se está llevando a cabo de los enfermos debido al recrudecimiento de los bombardeos y batallas en el frente de Guadarrama.  De ahí que mi abuelo, que estuvo allí solo unos días antes, dejara constancia de que parte de los enfermos habían sido llevados a Madrid y quedaban solo allí un reducido grupo. El resto, estaba ocupado por personal sanitario de la Cruz Roja y servía de apoyo a la actividad bélica en aquel frente, que era intensa. 

El nuevo hospital es posterior a la guerra y no se llegó a utilizar porque afortunadamente se descubrió una cura para la tuberculosis. Y así quedó a medio construir, siendo pasto de buscadores de sucesos paranormales. Incluso parece que en este lugar se rodó una película de terror, School Killer, y debe ser por eso que si escudriñas cualquier foto que hagas puedes encontrar algo inquietante, como diría Iker Jiménez.